La primera historia ocurre en Colombia. Se confirmó que desde el 26 de marzo pasado murió el líder de las FARC, apodado Tirofijo, llamado popularmente Manuel Marulanda y cuyo verdadero nombre era Pedro Marín, un hombre que estaba alzado en armas desde hace prácticamente 50 años y que, paradójicamente, desde la mayor de las ortodoxias, construyó un movimiento armado que se fue desdibujando con el paso de los años y la pérdida de principios y objetivos. La muerte de Marulanda permite comprender porqué el gobierno colombiano apostó tan alto para desarticular la dirección alterna de ese movimiento que encabezaba Raúl Reyes, muerto unos días antes, el primero de marzo, en el ataque al campamento de las FARC ubicado en la frontera entre Colombia y Ecuador, donde murieron también cuatro militantes mexicanos y resultó herida Lucía Morett. Mucho se debe investigar, aún, sobre la presencia del contingente mexicano en ese campamento.
La segunda historia la protagoniza el jefe de gobierno capitalino, Marcelo Ebrard. En la larga entrevista que se publica ayer en Excélsior, Ebrard se victimiza y destapa: dice que “a Calderón no le simpatizo” pero también que ya está pensando en el 2012, en la candidatura presidencial. No se trata de simpatías personales, alguien tendría que recordarle a Ebrard que es difícil que un gobierno “simpatice” con una funcionario público que no lo reconoce, que se niega a cooperar en temas de Estado pero que acepta gustoso uno de los presupuestos federales más altos del país para aplicar sus propios planes. Y que a cuatro años de distancia ya está pensando, especulando y haciendo planes para ver cómo llegará a la presidencia de la república. Una cosa es gobernar y otra estar en campaña. Ya lo vivimos con la desastrosa gestión de López Obrador y, antes con las consecuencias que generó una administración capitalina en la cual Marcelo estuvo íntimamente involucrado y que de principio a fin estuvo marcada por la búsqueda de la candidatura presidencial, la de Manuel Camacho.
El tercer personaje es Andrés Manuel López Obrador y una mentira que ha circulado profusamente por internet y que me involucra. Hace unos meses escribí un texto en este espacio que se titulaba ¿De qué vive López Obrador?. Ratifico todos y cada uno de los puntos que allí se publicaron. En síntesis, decíamos que el ex jefe de gobierno nos debe una explicación respecto a su nivel y forma de vida. Decíamos que con 60 mil pesos, como dice que cobra López Obrador y sin haber tenido durante años un empleo remunerado, no se pueden mantener cuatro casas, dos en el DF y dos en Tabasco, mantener y mandar a estudiar incluso al extranjero a cuatro hijos, viajar por todo el país y sostener en torno suyo una amplia estructura. El texto, por alguna razón ajena al autor, comenzó a circular por internet. Pero en algún momento alguien le agregó una larga lista de adjetivos y sobre todo un párrafo que asegura que el ex candidato tiene una mansión de diez millones de dólares en un lujoso condominio residencial en el DF. No lo escribí ni tampoco lo creo. No tengo motivos para simpatizar políticamente con López Obrador pero no existe información alguna respecto a que viva en una propiedad de ese costo y esas características. Sencillamente es mentira y como tal debe consignarse. No es una cuestión de simpatías. Es una mentira.
El cuarto personaje, quien sí me simpatiza en lo personal y en ocasiones políticamente, es Cuauhtémoc Cárdenas. También se ha difundido en infinidad de ocasiones por internet una historia que asegura que desde el momento de la expropiación se le entrega a la familia Cárdenas un centavo por cada barril de petróleo que exporta México. Se trata, lisa y llanamente, de otra mentira: Cárdenas no recibe, no recibió y sin duda no recibirá nada por ese concepto. Es una mentira sin fundamento alguno.
La quinta historia es la de Santiago Creel y el registro de la hija que tuvo con Edith González. Se podrá estar o no de acuerdo con el rumbo por el que cualquiera decide llevar su vida personal, pero se han dicho tanto y en forma tan amarillista, respecto a este tema, ha sido tan manoseado, que lo menos en lo que se podría insistir es que el señor Creel y la señora González pueden hacer de su vida personal lo que quieran y que su hija, Constanza, tiene todo el derecho del mundo a vivir protegida y sin ser expuesta a estas historias. Llama la atención, finalmente, que todo haya comenzado con la filtración por parte de las autoridades del registro civil del DF (a través de un funcionario cercanísimo a René Bejarano y Dolores Padierna) del acta de nacimiento a una revista de espectáculos. Y luego los partidos, como en estos tres casos citados, nos quieren convencer que no están interesados en las guerras sucias.
La quinta historia se relaciona con un texto de uno de los más destacados intelectuales de México: Lorenzo Meyer, quien el jueves pasado, en su habitual texto en reforma, dice, en otras palabras, que la reforma petrolera podría ser aceptable si hubiera sido presentada por el PRD que es nacionalista y de izquierda, pero que es inaceptable porque la presentó el PAN porque es de derecha. ¿No deberíamos esperar que una iniciativa fuera valorada por sus propios méritos y no por su origen ideológico y partidario?¿tan indigestados de partidismo están nuestros mejores intelectuales?.
La sexta es una historia de vida: el sábado falleció uno de los empresarios más importantes y que mayor contribución, a lo largo de muchos años, hizo al país, don Eugenio Garza Lagüera, presidente honorario vitalicio de FEMSA y del consejo del Tecnológico de Monterrey. Un hombre que creó y transformó empresas, que hizo un aporte invaluable para la educación y apoyó innumerables causas sociales. Nuestro recuerdo y un saludo afectuoso y solidario para los suyos. Descanse en paz.
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