Once personas fueron asesinadas en el estado mexicano de Sinaloa, cuna del narcotráfico en el país, en el marco de una espiral de violencia que crece a pesar de los 3,000 policías y militares enviados a esa zona por el gobierno.
Las muertes tuvieron lugar en tres sucesos registrados en Culiacán, capital de un estado del que surgieron algunos de los principales capos mexicanos de la droga.
Entre ellos, el jefe del cartel de Sinaloa, Joaquín “El Chapo” Guzmán, y sus antiguos aliados y ahora acérrimos rivales los hermanos Beltrán Leyva, presuntamente unidos al brazo armado del cartel del Golfo, la banda de sicarios conocida como los Zetas.
“El Chapo” y los Beltrán Leyva se disputan el mercado local y las rutas hacia EU en una sangrienta guerra interna y también están enfrentados a las fuerzas de seguridad federales.
Los once muertos de hoy son nueve civiles, asesinados en un taller automotriz y sus inmediaciones, y dos policías atacados por sicarios, que se suman a los más de 500 fallecidos registrados en Sinaloa en lo que va de año y las 2,000 víctimas reportadas en todo el país.
Fuentes cercanas a las investigaciones adjudican la autoría al crimen organizado, aunque por el momento se desconocen más detalles.
El tráfico de drogas en Sinaloa se remonta a principios del siglo XX, a la llegada de inmigrantes chinos que cultivaron la amapola. Tras su marcha, el negocio quedó en manos de familias locales, que aprovecharon la demanda de heroína y morfina en EU.
Desde hace tres meses, el Gobierno del conservador Felipe Calderón ordenó el envío de cerca de 3,000 soldados y agentes federales a Sinaloa, a raíz de un violento ataque con lanzagranada y bazuca en las calles de Culiacán, en el que tres sicarios mataron a Edgar Guzmán, hijo de “El Chapo” Guzmán.
Esta muerte hizo temer un recrudecimiento de la violencia en la zona, lo que motivó al Gobierno a reforzar la persecución de los carteles en el territorio con el llamado Operativo Culiacán-Navolato.
Hasta el 30 de junio, este operativo había logrado decomisar, además de drogas, 39 armas largas y 49 cortas, dos lanzagranadas, cinco granadas, 172 vehículos (cuatro de ellos blindados), dos lanchas, 38 remolques y 11 millones de dólares en efectivo.
También han sido detenidas 121 personas, 78 de ellas por delitos de orden federal.
Quien sigue libre es “El Chapo” Guzmán, que ya se fugó en 2001 de una cárcel de alta seguridad mexicana y es buscado insistentemente por las policías de su país y EE.UU.
Guzmán, considerado un hombre sagaz y con apoyo popular en zonas rurales, tiene al país bajo fuego junto a los Beltrán Leyva, “Los Zetas” y los capos de los carteles del Golfo, Juárez y Tijuana.
Las autoridades federales aseguran que la ola de violencia se debe a que los barones de la droga se sienten acorralados por la ofensiva del Gobierno, que ha distribuido por todo el país, principalmente por el norte, a miles de policías y militares.
El presidente Calderón cree que la espiral de muertes aún no llega a su máximo y que todavía falta por ver más y peor violencia, por lo menos durante otro par de años.
“La violencia no es un tema eterno, sino de mediano plazo. Todavía, creo, no vemos el pico de la violencia. Todavía habrá una etapa de violencia intensa antes de que la curva comience a bajar”, reconoció hace poco el fiscal general mexicano, Eduardo Medina Mora.
Entre las más de 5,000 víctimas mortales registradas en los últimos tres años en México hay centenares de policías, algunos presuntamente asesinados por sus vínculos con el narcotráfico, y periodistas que cubren este tipo de información.
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