sábado, 7 de febrero de 2009

Se esfuma “Emperatriz del lavado”


Era una ferviente guadalupana que desde hacía tiempo acudía cada año a honrar su devoción. La mañana del 12 de diciembre de 2007 y acompañada por familiares, Blanca Margarita Cázares Salazar ascendió las escalinatas de La Lomita, santuario de esta capital construido sobre una colina en honor a la Virgen de Guadalupe. Llevaba falda y blusa claras con bordados multicolores y el cabello recogido en trenzas atadas con listones. Fue la última vez que se le vio.

Porque esa mañana, en Washington, el Departamento del Tesoro boletinaba sus empresas importadoras de cosméticos, ropa y sistemas de radio, y sus restaurantes y casas de cambio, considerándolas parte de la red de lavado de dinero del cártel de Sinaloa, vinculada a Ismael El Mayo Zambada. Durante la presentación del reporte, el Tesoro estadounidense la “bautizó” como La Emperatriz, aunque en esta ciudad era conocida desde un par de décadas atrás, en torno de la céntrica calle Juárez, como La Chiquis.

Era una mujer de 54 años, dinámica, generosa y madre de tres hijos; se inició muy joven como comerciante ambulante de dólares en esa arteria, donde predomina esta actividad a lo largo de tres cuadras, formando una zona que cronistas locales llaman “la lavandería al aire libre más grande de Latinoamérica”; agricultores de goma de opio y mariguana solían llegar aquí desde sus pueblos en la sierra para cambiar por moneda nacional la divisa que recibían como pago por sus cosechas.

Al terminar su visita guadalupana y antes de sustraerse de la vida pública, La Chiquis posó sonriente para un periódico local en compañía de sus tres nietas, ataviadas igual que ella. Cuando se retiró del santuario la noticia de que el gobierno estadounidense incluyó a su familia en la “lista negra” circulaba ya en la mayoría de los portales de internet de los principales diarios del país.

Pablo Alvarado, representante legal de las empresas, recuerda que el anuncio le afectó emocionalmente, le dio tristeza que el trabajo de décadas pasara a ojos de los estadounidenses como algo ilegal, y lo atribuyó a una medida más política que jurídica. Solía decir, añade Alvarado, que la base del éxito era el esfuerzo y no tenía nada; todo lo había conseguido con empeño. Luego se retiró de la vida pública —en los buenos tiempos figuraba en las páginas de sociales de diarios locales.

La prensa capitalina no pasó por alto que en febrero de 2007, el hermano de La Emperatriz, Víctor Emilio Cázares Salazar, fue señalado por la DEA y el Departamento del Tesoro como líder de una organización distribuidora de droga en California, Arizona, Nueva York e Illinois, que habría lavado en los últimos cinco años alrededor de 45 millones de dólares e introducido 20 toneladas de cocaína. Era identificado como El Licenciado y salió a la luz cuando se difundió la detención de 402 personas de su organización que trabajaban para el cártel de Sinaloa en territorio de Estados Unidos. Meses después, la mayoría de los detenidos fueron liberados, pero una corte federal en California ordenó su captura para ser juzgado por narcotráfico y lavado de dinero.

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